jueves, 30 de noviembre de 2006

AMORES PERROS


Era tradiciòn indiscutible, armar el arbolito de navidad, allà en mi casa de la infancia. Alrededor del veinte de diciembre, mi tìo Tito, hermano de mi vieja, subìa al altillo y acarreaba con el viejo pino, que dormìa su sueño de un año, envuelto en papeles de diarios para preservarlo de la tierra que se le pegaba a los brazos ficticios entre una navidad y otra.

Todo un tema eran los adornos de vidrio delgadìsimo en aquellas èpocas. Estaban embalados en cajas de cartòn y tambièn recubiertos con diarios, para evitar que alguno sucumbiera por un desdichado golpe. A veces pienso que los mayores exageraban un poco, pero parece que eran carìsimos de reponer y se cuidaban con esmero. Ya tenìan años y la intenciòn era que duraran màs todavìa. A mi prima Liliana y a mi mismo, nos estaba vedado siquiera tocarlos. Todos temìan que un descuido o torpeza nuestra acabara rompiendo alguno.


Con el horizonte negro que nos esperaba si eso sucedìa, nos limitàbamos a mirar de cerca a la tìa Neiva, mamà de Liliana, que los iba colgando uno a uno, atados con hilo de coser, usanza del momento. Luego adornaba las ramas con algodòn, que simulaba la nieve que nunca habrìa en estas latitudes, enroscaba el juego de luces (antiquìsimo tambièn) y remataba con el puntero, bien arriba, en la rama que iba hacia el techo. Las prohibiciones de tocarlo que tenìamos , se extendìan luego de armado, a no correr cerca, por las dudas. Tratados con ese cuidado intesivo, los adornos sobrevieron al correr de los años. Pero, una noche se presentò la tragedia. No recuerdo con exactitud, si fue el Cuchi, perro malo entre los malos (a mi prima le abrio un "siete" en el antebrazo de un tarascòn y a mi me colmilleò la panza por torearlo) digo no me acuerdo si fue èl o "la Tita" o "la Yenny" que vinieron despuès....pero alguno de ellos fue. En lo profundo de la noche, tal vez persiguiendo una cucaracha, que abundaban en la casa vieja, o quizàs un ratòn, o màs probable, siguiendo su propia cola. alguno de ellos no tuvo mejor idea que meterse entre el àrbol y la pared.
Desastre total, porque una vez volteado el navideño ìcono, se enredò el culpable en los cables y cual gato que le atan la lata , saliò desalado por toda la casa, arrastrando tras si el àrbol con todos los adornos. Nos levantamos taquicàrdicos ante el estrèpito . Liliana y yo creo que fuimos felices de que el lamentable hecho no nos tuviera como protagonistas. Vida perra, el perro del caso se ligò un par de palazos y a nosotros nos mandaron a dormir, al toque. Como este que pintè me parece que quedò uno de los adornos tan cuidados.





No hay comentarios: